Lee un fragmento: LOS AMORES DE NISHINO – Hiromi Kawakami

¿Qué será el amor? Las personas tienen derecho a enamorarse de otros, no a que los demás las amen.»

Todas han amado a Nishino. Todas han sucumbido, aunque solo sea durante una hora, a ese hombre seductor, imprudente y salvaje como un gato, que se inmiscuía de manera natural en la vida de las mujeres a las que deseaba conquistar. Pero, ¿quién era Nishino?

Ellas, que guardan en la memoria el vivo recuerdo de su cálido aliento, de sus silencios indescifrables y sus gestos de indiferencia, toman la palabra para recrear la figura llena de encanto de un hombre conmovedor e inalcanzable. A través de este retrato también ellas revelan quiénes son. Sus testimonios son variaciones llenas de humor, sensualidad, inteligencia y melancolía sobre ese extraño sentimiento llamado amor.

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Parfait
Minami tenía siete años en aquella época.

Era una niña introvertida. Siempre estaba haciendo piezas de origami con sus finos dedos. Un piano. Una flor de campanilla. Un periquito. Una caja con pies. No se cansaba de hacer figuras, que guardaba delicadamente en una caja forrada con papeles de colores. Minami es la niña que di a luz siendo muy joven.

Cuando ella tenía siete años, yo aún no había llegado a la treintena y, a veces, me resultaba un incordio. Acto seguido, sentía una punzada en el corazón y la abrazaba con fuerza. Quizá fuese porque la conjugación de mi juventud y de aquella blandura indefensa de Minami, semejante a la de un bebé, conseguía espantar la sensación de fastidio. Cuando la abrazaba con fuerza, Minami siempre se quedaba quieta y callada. De pequeña, Minami era muy callada.

En aquella época, me había enamorado.

¿Qué demonios será el amor? Estaba enamorada de Nishino, un hombre que me sacaba doce años. Se había acostado conmigo en múltiples ocasiones.

La primera vez que me rodeó el hombro, guardé silencio igual que Minami y dejé que lo hiciera. Simplemente me callé y dejé que me abrazara, sin pensar si aquello era cariño o amor. Cada vez que nos veíamos, me sentía más dispuesta a estar junto a él, pero los sentimientos iniciales de Nishino nunca cambiaron.

¿Qué será el amor? Las personas tienen derecho a enamorarse de otros, no a que los demás las amen. Que yo estuviese enamorada de Nishino no significaba que Nishino tuviese que estar enamorado de mí. Aun sabiéndolo, me disgustaba que no me quisiera tanto como yo lo quería a él. Y como me disgustaba, cada vez lo necesitaba más y más.

Un día, Nishino me llamó cuando mi marido estaba en casa. Mi marido me pasó el teléfono en silencio. Lo hizo tan tranquilo, limitándose a decir: «Es de la aseguradora».

Yo cogí el aparato y, en voz baja, respondí escuetamente: «sí», «vale», «no», «de acuerdo». Al otro lado de la línea se oía la voz de Nishino que, imitando el tono de un empleado de una compañía de seguros, intercalaba a propósito frases como «quiero hacerte el amor ahora mismo», y yo me dije que a lo mejor aquel hombre en realidad no me gustaba.

Mientras atendía la llamada, mi marido permaneció a mi lado en silencio, echando un vistazo a unos papeles. Quizá lo supiera todo o quizá no. Durante los casi tres años que pasaron desde que conocí a Nishino, me enamoré de él y, poco a poco, fue poniendo distancia de por medio hasta que dejamos de llamarnos, mi marido jamás me hizo pregunta alguna.

Yo no dejaba de repetir «sí», «vale», «tiene razón», mientras observaba su pulcra nuca. Tras hablar durante unos minutos, Nishino colgó de repente. Porque siempre era Nishino quien colgaba. Quizá no me gustase, pero estaba enamorada de él.

De vez en cuando iba a verlo con Minami. Él mismo me pedía que la llevase.

«Si tuviera un hijo, querría que fuera niña», solía decir. Nishino nunca se había casado. En aquella época ya debía de pasar de los cuarenta. Si bien era siete años mayor que mi esposo, no tenía ni una sola pizca de ese aire frío y sereno que poseía mi marido. Daba la impresión de que jamás encajaría en la sociedad, pero debía de ser un profesional muy competente; recuerdo haberme sorprendido cuando lo conocí y me entregó una tarjeta de presentación en la que figuraba un cargo importante.

Nishino siempre le traía regalitos a Minami. «Ábrelo», le decía, y Minami abría el envoltorio en silencio. Al desanudar el laz

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